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jueves, 10 de noviembre de 2011

Albigenses en León


Los albigenses en León
D. Lucas había hecho un viaje a Roma y a Jerusalén que le había permitido conocer de primera mano la fuerza de este nuevo grupo llamada albigense. En Roma conoció a  Frate Elía , uno de los que combatían a los herejes en la ciudad. Junto a él pudo aprender las penas y castigos que se imponía a los albigenses y regresó a su ciudad con la intención de perseguirlos.
En su obra  De altera vita fideique controversiis adversus Albigensum errores, libri III,  D. Lucas escribe una larga apología de la ortodoxia de Roma y condena las doctrinas de los albigenses.

 Uno de los documentos más importantes que nos facilitó esta obra, fue la lista de las creencias básicas de los albigenses:

1. º Que Jesucristo y sus santos, en la hora de la muerte, no asistían a consolar las almas de los justos y que ninguna alma salía del cuerpo sin grande dolor.

2. º Que las almas de los santos, antes del día del juicio, no iban al cielo, ni las de los inicuos al infierno.

3. º Que el fuego del infierno no era material ni corpóreo  (779) .

4. º Que el infierno estaba en la parte superior del aire, y que allí eran atormentadas las almas y los demonios, por estar allí la esfera y dominio del fuego.

5.º Que las almas de todos los pecadores eran atormentadas  por igual  en el infierno, entendiendo mal aquello de  in inferno nulla est redemptio , como si no hubiera diferencia en las penas, según la calidad de los pecados.

6.º Que las penas del infierno son temporales; yerro que Lucas de Tuy y otros achacaban a Orígenes , y que abiertamente contradice al texto de San Mateo:  Ibunt impii in supplicium «aeternum», iusti autem in vitam aeternam.

7.º Negaban la existencia del purgatorio y la eficacia de las indulgencias.

8.º Negaban que después de la muerte conservasen las almas conciencia ni recuerdo alguno de lo que amaron en el siglo. Don Lucas prueba lo contrario con la parábola de Lázaro.

9.º Ponían en duda la eficacia de la intercesión de los santos.

10.º Decían que ni los santos entienden los pensamientos humanos, ni los demonios tientan y sugieren el mal a los hombres.

11.º Condenaban la veneración de los sepulcros de los santos, las solemnidades y cánticos de la Iglesia, el toque de las campanas, etc.

12.º Eran iconoclastas.

13.º Decían mal de las peregrinaciones a los Santos Lugares.

Como vemos , muchas de sus doctrinas no eran otra cosa que un anticipo de la Reforma Protestante.  Desde la negación del Purgatorio y las indulgencias hasta la prohibición de las imágenes, la intercesión de los santos o de cualquier práctica externa, se observa un revisionismo a muchos de los dogmas básicos de la Iglesia Católica.

Los albigenses crecieron en número y tras la muerte del obispo D. Rodrigo, hubo un intento de imponer sus doctrinas en la ciudad de León, pero fracasó.

Los cátaros o albigenses



Los cátaros o albigenses
El gnosticismo ha sido una constante en el pensamiento y práctica cristiana a lo largo de los siglos. En el Nuevo Testamento ya se hace mención de ellos. Por ello podemos afirmar, que desde su inicio, el cristianismo ha tenido algunos grupos que pretendían convertir a éste en un movimiento esotérico.
Los cátaros eran prácticamente una versión moderna de los modelos religiosos gnósticos del siglo I.  El significado etimológico de la palabra “cátaro” viene del griego y significa puro.

Los cátaros se asentaron en muchos países de Europa occidental, pero tuvieron su centro principal en la ciudad francesa de Toulouse.

Los albigenses o cátaros provenían del Imperio Bizantino y pertenecían a los antiguos movimiento maniqueos que habían proliferado en Asia y África. Se tiene constancia de ellos desde finales del siglo X y principios del siglo XI. Las crónicas hablan de la ejecución de varios adeptos en Lemosín entre los años 1012 y el 1020.

A mediados del siglo XI se enviaron predicadores para combatir las doctrinas cátaras y frenar así su avance.

 Las creencias cátaras se centraban en su profundo dualismo, según ellos el bien y el mal eran dos poderes iguales pero enfrentados , además creían que la materia era mala y había sido creada por Satanás. Uno de sus dogmas más curiosos era su creencia en la reencarnación, proceso que únicamente podía romperse viviendo una vida ascética que te llevaba al cielo. En esto sus enseñanzas eran muy similares a otras religiones orientales. No aceptaban el bautismo, tampoco el matrimonio, al que consideraban carnal. No creían en la encarnación de Jesús y pensaban que el Dios del Antiguo Testamento era realmente el Diablo.

A mediados del siglo XII, el papa Eugenio II envió un legado para combatir esta herejía, pero el problema persistió hasta entrado el siglo XIII.
La doctrina albigense se afianzó tanto en Toulouse que el conde que gobernaba la ciudad se puso de su parte. Muchos se unían a la secta por la crítica que ésta hacía a la Iglesia de Roma.

 En España, los cátaros se extendieron sobre todo por Aragón y los condados catalanes.

El papa Inocencio III ordenó una cruzada contras los cátaros, tras la muerte de su legado a manos de un hombre del conde de Toulouse. El rey Felipe II de Francia no respondió a su llamado, pero al final lo permitió, aunque el papa tuvo que organizar un ejército que combatiera la herejía.

En el 1211, la mayor parte de los territorios dominados por los cátaros estaban conquistados, pero el conde de Toulouse resistía y el papa accedió a convocar un concilio ante la insistencia del emperador Otón IV. El concilio no resolvió nada y Pedro el Católico, rey de Aragón, terminó poniéndose al lado del conde de Toulouse. El rey aragonés morirá en la batalla de Muret, el 12 de septiembre de 1213.

El conflicto continuó todavía unos años, hasta la matanza del 16 de marzo de 1244, cuando la mayoría de los líderes cátaros fueron arrojados al fuego.