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viernes, 18 de noviembre de 2011

Juan Antonio Llorente el inquisidor arrepentido



 
Juan Antonio Llorente y la antorcha de la libertad
Fue Juan Antonio Llorente un hombre adelantado a su tiempo en la España mojigata de finales del s. XVIII y principios del XIX.
 Juan Antonio Llorente es un gran desconocido para el público en general, pero con su  Historia crítica de la Inquisición en España  abrió una brecha en la línea de flotación de la Iglesia Católica de su tiempo. Además promovió una iglesia española alternativa, regida por una constitución religiosa que cambiara a fondo la Iglesia ultramontana de España.

 Fue Juan Antonio Llorente un hombre adelantado a su tiempo , aunque en la España decimonónica y mojigata de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, ser adelantado a tu tiempo era realmente sencillo. La sociedad vivía en las viejas glorias de la España Imperial, aletargada por una religión oficial fastuosa e inmovilista y unos gobernantes mal preparados y egoístas.

La llegada de Napoleón a España supuso un revulsivo en aquella sociedad anclada y primitiva. Una parte de españoles, no necesariamente los mejores, se unió a la resistencia contra el invasor, otra vio en la invasión la oportunidad de cambiar un mundo anclado en el más oscuro pasado. Llorente perteneció al segundo grupo.

El rey José le nombró Consejero de Estado para Asuntos Eclesiásticos, tras la huida de los franceses, Llorente se refugió en París, desde allí intentó regresar a España, pero la reacción antiliberal de Fernando VII se lo impidió. Como consejero intentó la modernización de la Iglesia con su l  Reglamento para la Iglesia española . Gracias a ese exilio forzoso escribió varias obras fundamentales, pero me gustaría destacar una:  Discursos sobre una Constitución religiosa considerada como parte de la civil nacional. 

Al principio Llorente se presentó como simple traductor del texto, pero en una carta a Puigblach, autor de la  Inquisición sin máscaras , reconoció su autoría.

 En su discurso sobre la constitución religiosa Llorente pedía cambios drásticos, que Menéndez Pelayo calificó como repletos de ideas protestantes. 

Entre las propuestas estaba:
1.  Tolerancia religiosa hacia las minorías.
2.  Separación entre iglesia estado.
3.  Libertad de participación en los actos religiosos.
4.  No obligar a la confesión.
5.  Celibato únicamente para los mayores de 40 años.
6.  Supresión de títulos y cargos eclesiásticos inútiles.
7.  Matrimonio civil.
8.  Participación de los fieles en las decisiones de la iglesia.
9.  Crítica al papado y la jerarquía. 

El libro de Llorente hubiera convertido a la Iglesia Católica en España una de las más avanzadas de su tiempo, pero Llorente fue finalmente marginado y expulsado del país, escapando a Madrid en el crudo invierno de 1823.

Murió solo y pobre, como la mayoría de los españoles ilustres. El famoso escritor Stendhall comentó de él:
 Este pobre hombre expulsado de Francia en medio de un riguroso invierno, murió de frío y miseria en el camino a Madrid. Si hubiera escrito en sentido contrario hubiera sido obispo; su perseguidor es C”. 

Llorente propuso una iglesia tolerante con las minorías a principios del siglo XIX, casi cincuenta más tarde, en la 1ª República, por primera vez se permitía o toleraba a otras minorías religiosas.

Lo triste es que gente como Llorente no hiciera la historia de España. La Biblia dice de ellos en Hebreos: “ de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido”.  

jueves, 10 de noviembre de 2011

Los begardos en Cataluña


Los begardos en Cataluña


En el siglo XIII, hubo muchos grupos heterodoxos. La Inquisición en Cataluña había perseguido a muchos herejes, pero en el siglo XIV, nuevos grupos tomaron el relevo religioso en la zona. Uno de los grupos que estuvo a pie entre los dos siglos fueron los begardos.

 En 1263 ya hay noticia de la persecución y ejecución de uno de los primeros begardos.  En 1263 fue quemado un tal Berenguer de Amorós. En 1323, un nuevo begardo fue condenado en Gerona, su nombre era Durán de Baldach, seguramente de origen francés. El inquisidor Fr. Arnaldo Burguet acusó a este grupo de estar en contra de la propiedad privada y el matrimonio.

A mediados del siglo XIV, en época de Clemente VI, hubo un gran número de begardos en Valencia. Su líder era un tal Jacobo Juste. El inquisidor Fr Nicolás Rosell persiguió al grupo y logró encarcelarlo. Juste adjuró de sus creencias y murió en la cárcel, el resto del grupo fue procesado por la Inquisición.

 ¿Cuáles eran las ideas de este grupo? 

1.º Que el hombre puede alcanzar en la presente vida tal perfección, que se torne impecable.

2.º Que de nada aprovechan al hombre la oración ni el ayuno después de llegar a la perfección, y que en tal estado pueden conceder libremente al cuerpo cuanto pida, ya que la sensualidad está domeñada y sujeta a la razón.

3.º Que los que alcanzan la perfección y el  espíritu de libertad   no están sujetos a ninguna obediencia humana, entendiendo mal las palabras del Apóstol:  Ubi spiritus Domini, ibi libertas. 

4.º Que el hombre puede llegar a la final beatitud en esta vida.

5.º Que cualquiera naturaleza intelectual es por sí  perfectamente bienaventurada   y que el alma no necesita de los resplandores de la gracia para ver a Dios en vista real.

6.º Que los actos virtuosos son muestra de imperfección, porque el  alma perfecta  está  sobre  las virtudes.

7.º Que el acto carnal es lícito, porque a él mueve e inclina la naturaleza, al paso que el ósculo es ilícito por la razón contraria. [518]

8.º Que se pierde la pura contemplación al meditar acerca del sacramento de la Eucaristía o la humanidad de Cristo, etc., por lo cual condenaban la veneración a la Hostia consagrada.

Ya hemos visto que  muchas de sus ideas eran similares a otros grupos de los que hemos hablado en anteriores artículos. Todos estos grupos siguieron las ideas muy parecidas a los gnósticos de los primeros siglos del Cristianismo. 

La doctrina de los begardos se extendieron por Italia, Alemania y Provenza, en España terminaron por desaparecer gracias a la presión de inquisidores y obispos.

Los cátaros o albigenses



Los cátaros o albigenses
El gnosticismo ha sido una constante en el pensamiento y práctica cristiana a lo largo de los siglos. En el Nuevo Testamento ya se hace mención de ellos. Por ello podemos afirmar, que desde su inicio, el cristianismo ha tenido algunos grupos que pretendían convertir a éste en un movimiento esotérico.
Los cátaros eran prácticamente una versión moderna de los modelos religiosos gnósticos del siglo I.  El significado etimológico de la palabra “cátaro” viene del griego y significa puro.

Los cátaros se asentaron en muchos países de Europa occidental, pero tuvieron su centro principal en la ciudad francesa de Toulouse.

Los albigenses o cátaros provenían del Imperio Bizantino y pertenecían a los antiguos movimiento maniqueos que habían proliferado en Asia y África. Se tiene constancia de ellos desde finales del siglo X y principios del siglo XI. Las crónicas hablan de la ejecución de varios adeptos en Lemosín entre los años 1012 y el 1020.

A mediados del siglo XI se enviaron predicadores para combatir las doctrinas cátaras y frenar así su avance.

 Las creencias cátaras se centraban en su profundo dualismo, según ellos el bien y el mal eran dos poderes iguales pero enfrentados , además creían que la materia era mala y había sido creada por Satanás. Uno de sus dogmas más curiosos era su creencia en la reencarnación, proceso que únicamente podía romperse viviendo una vida ascética que te llevaba al cielo. En esto sus enseñanzas eran muy similares a otras religiones orientales. No aceptaban el bautismo, tampoco el matrimonio, al que consideraban carnal. No creían en la encarnación de Jesús y pensaban que el Dios del Antiguo Testamento era realmente el Diablo.

A mediados del siglo XII, el papa Eugenio II envió un legado para combatir esta herejía, pero el problema persistió hasta entrado el siglo XIII.
La doctrina albigense se afianzó tanto en Toulouse que el conde que gobernaba la ciudad se puso de su parte. Muchos se unían a la secta por la crítica que ésta hacía a la Iglesia de Roma.

 En España, los cátaros se extendieron sobre todo por Aragón y los condados catalanes.

El papa Inocencio III ordenó una cruzada contras los cátaros, tras la muerte de su legado a manos de un hombre del conde de Toulouse. El rey Felipe II de Francia no respondió a su llamado, pero al final lo permitió, aunque el papa tuvo que organizar un ejército que combatiera la herejía.

En el 1211, la mayor parte de los territorios dominados por los cátaros estaban conquistados, pero el conde de Toulouse resistía y el papa accedió a convocar un concilio ante la insistencia del emperador Otón IV. El concilio no resolvió nada y Pedro el Católico, rey de Aragón, terminó poniéndose al lado del conde de Toulouse. El rey aragonés morirá en la batalla de Muret, el 12 de septiembre de 1213.

El conflicto continuó todavía unos años, hasta la matanza del 16 de marzo de 1244, cuando la mayoría de los líderes cátaros fueron arrojados al fuego.