jueves, 10 de noviembre de 2011

Origen masónico de los Estados Unidos

EEUU: ¿una nación fundada por Dios?
Por Mario Escobar,
Aunque muchos vieron en la Constitución Americana y en la Declaración de Independencia unos documentos íntegramente cristianos basados en los principios de los Padres Peregrinos que fundaron simbólicamente la nación, no podemos dejar de apuntar a otras influencias de carácter menos ortodoxo, en la formación de la Constitución Americana.

 Los presidentes de los Estados Unidos de Norteamérica son un buen barómetro de la frialdad o calidez espiritual del país.  John Adams, el segundo presidente de los Estados Unidos dijo: Los hombres de estado… pueden planear y especular a favor de la libertad, pero sólo la moralidad y la religión pueden establecer los principios sobre los cuales la libertad puede permanecer firme. ¿Podría afirmar lo mismo el futuro presidente de los Estados Unidos?

 GEORGE WASHINGTON 
Antes de que los Estados Unidos se establecieran como nación, cuando todavía formaban parte del Imperio Británico, un joven oficial, alto y delgado, estaba junto a sus hombres justo antes de que estos entraran en combate.

Los franceses y los ingleses se enfrentaban por el dominio de Norteamérica, ambos bandos habían conseguido el apoyo de muchas de las tribus indígenas que convivían en sus territorios.

La matanza del río Mononhahela parecía no tener fin. Los soldados británicos fueron cayendo uno tras otro. Los oficiales montados a caballo eran un blanco fácil para los indios. Uno a uno todos los oficiales murieron, pero un joven y delgado oficial parecía inmune a los disparos. Los guerreros de las tribus que luchaban con los ingleses afinaron su puntería. Por dos veces mataron su cabalgadura, pero el oficial tomó otro caballo y siguió dirigiendo a sus hombres.

Al final, el jefe indio ordenó que cesara el fuego, pensó que aquel “rostro pálido” tenía la protección del gran espíritu. El oficial logró escapar con los pocos hombres que quedaban vivos. Aquella noche, frente a un fuego de campamento, notó que su casaca estaba agujereada en el brazo. Cuando se la quitó, pudo comprobar que tenía al menos cuatro orificios de bala,  aquel joven era George Washington. 

Unos días más tarde, el futuro primer presidente de los Estados Unidos escribía a su hermano: Como al llegar a este lugar escuché un relato circunstancial de mi muerte y mis últimas palabras al morir, he tomado la primera oportunidad para contradecir lo primero y asegurar que todavía no he escrito lo segundo. Pero  por todas las poderosas compensaciones de la Providencia, he sido protegido más allá de toda probabilidad o expectativa humana. ¡Porque cuatro balas atravesaron mi saco, y derribaron a dos caballos mientras los montaba y aun así escapé sin un rasguño, aunque la muerte derribara a mis compañeros por todos lados! 

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